Llega el fin de mes y con el el último reto que tengo para este año: UTGS. Carrera de 102 k y 5000 m. de desnivel positivo. Voy con mucha precaución y un poco de desasosiego por el abandono que protagonicé el la Ultraariege de Julio. Un abandono que me arrojó a los brazos de la desesperación y al triste pensamiento de dejar apartadas este tipo de carreras. Pero cuando lo comenté en la familia, me apoyaron e insistieron en que probara con esta para ver como me iba y si petaba ya tomaría la decisión de no correr más carreras de ultra distancia.
Estaba apuntado al Ultra trail Sierra del Segura, de 170 km, pero la anularon por falta de inscritos. Mirando por el suelo patrio que carreras había que pudiera hacer, me encontré con la de Alquezar, ultra que ya había corrido en el 2012 pero sólo había llegado al km 75 a causa del calor y de malas pasadas con el estómago.
El caso es que se me presentaba la ocasión para matar , o intentarlo, dos pájaros de un tiro: poder acabar otra carrera de larga distancia y acabar la UTGS que había dejado inconclusa en 2012.
Alquilamos una tienda de campaña, con cama, en el camping de Alquezar y el viernes 27, a las 12 de la noche empieza mi doble reto, después de oír y ver en directo la interpretación, al violonchelo, de "El último Mohicano".
La noche pinta fria y con mucho viento. Salgo abrigado, pero a los 2 km ya me sobra el impermeable y no lo volveré a poner hasta las 7 de la mañana.
Salida emotiva con mucha gente animando y a dar una vuelta de 18 km (pasando por lugares que tienen que ser muy bonitos como el puente del diablo en Asque) para volver al pueblo, entrando por las pasarelas del Vero.
Entre los km 30/40 dice la organización que: "Afrontamos uno de los tramos más
bonitos de la prueba, ya que el camino va serpenteando dejando el río
Isuala siempre a la izquierda y atravesando numerosos afluentes
como el barranco Viña, el Cerigüelo, el de Pallás y el de las
Capillas. Todos ellos conocidos en el mundo del descenso de
barrancos". Lo creo porque lo dicen y algo intuí pero era noche obscura y no daba para más que intuirlo.
La carrera va saliendo mejor de lo previsto y llego a Rodellar, la mitad de la carrera y sigo a 6 km/h, después de haber corrido 50 km.
Ya es de día y puedo admirar, hasta con estupefacción, la absoluta majestuosidad de los paisajes del barranco de Mascún, además de mojarme los pies y las zapatillas varias veces para cruzar el rio Mascún de un lado a otro.
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