En mayo, gracias al buen hacer de los componentes del grupo senderista laSargantana disfrute de una ruta por la Tinença que me dejó enamorado de la zona
y con ganas de recorrerla nuevamente.
Con esta idea en mente me propuse para septiembre hacer la ruta de els set pobles corriendo. Busco los tracks y decido que el fin de semana del 6 y 7 de
septiembre será la fecha en la que lo corra. La idea original era hacerla de un
tirón, pero ello suponía que tendría que correr algo por la noche y me apetecía
verlo todo, todo, todo. Por lo tanto van a ser dos días de auténtico alucine.
Propongo la ruta a los amigos de la penya Himalaia y se apuntan Alfredo y
Ximo.
El viernes 5 subimos al coche y llegamos a La pobla de Benifassà a hora de
cenar en el magnífico albergue La Font
de lluny, regentado por Teresa, persona encantadora y amabilísima.
Nos deja preparado el desayuno porque la idea es estar en marcha a las 7 de
la mañana. Plan que se cumple con auténtica puntualidad germana. Casa no
extraña por otra parte ya que el team de la penya Himalaia no tiene miedo a los
madrugares.
Por lo tanto, son las 7 y ya empezamos a subir alegremente camino de la
cañada del Esqueche. Nos rodea una abundante niebla
que hace más entretenida la
subida. Oímos los cencerros de las vacas que pastan y deseamos que sean
eso, vacas y no toros salvajes con ganas genéticas de venganza. Cuando se
despeja la niebla nos permite ver las primeras impresionantes impresiones de lo
que va a ser una constante en todo el viaje: un sin parar de excitantes
emociones para nuestros sentidos.
Llegamos a Ballestar con todas nuestras reservas enteras.
El pueblo está
muy cuidado. Para mi gusto demasiado y por eso pierde algo del encanto que, por
otra parte, le sobra.
Salimos del pueblo y siguiendo el cauce del rio Sènia llegamos a la cola
del pantano de Ulldecona y
al Molí de l’abat donde nos espera el primer
avituallamiento. Compramos unas cervecitas frescas y nos tragamos el bocadillo
que nos ha preparado Teresa en el albergue.
Arrancar nos cuesta, pero vamos cogiendo el ritmo siguiendo el otro ramal
del pantano y enfocándonos cara al portell de l’infern.
Yo ya lo conocía de la
excursión de mayo y voy hablando maravillas del lugar. A pesar de todo lo que
les digo, los compañeros quedan anonadados ante tanta grandeza paisajística.
Sin habernos recuperado de los efectos de tanta belleza, enfocamos la
bajada que nos llevará al sallt de Robert que resulta ser una bajada con una
senda chula, chula, con mucho árbol y verdor. Es fácil de correr y disfrutamos
con la bajada y con el entorno. Se nos están acabando los adjetivos
calificativos y, hete aquí que de pronto nos topamos con el salt de Robert y ya
decidimos no hablar y mirar y escuchar la caída suave de las múltiples gotas
del escaso caudal del salt que conforman una fina capa con una apariencia de
cierta irrealidad. Hacemos fotos a esgalla y nos metemos debajo de la cascada
para refrescarnos.
Ximo se da cuenta que ha perdido una cantonera del bastón y me ofrezco a
regresar para ver si la encuentro. Sólo tengo que retroceder medio km para dar
con la pieza que al día siguiente volverá a perderse y no habrá forma humana de
recuperarla. Motivo que Ximo aprovechó para cambiar y mejorar de bastones
comprándose unos de carbono que estrenó para correr la Botamarges de Forna.
Tras este inciso volvemos al salt y a la subida, tan bonita como la bajada,
que nos deja a los pies del
bar de Fredes donde tenemos reservada mesa y menú.
No faltan las cervezas que acompañan una buena y abundante comida. Tomamos el
café y no hay ganas de empezar a caminar pero se nos echa
el tiempo encima y
tras recorrer la calle de arriba la de en medio y la de abajo salimos de Fredes
en busca del GR 7 para ir acercándonos al punto más alto de la ruta: El Tossal
dels tres Reis (1351 m.).
Las referencias que tenemos nos dicen que es un
mirador excepcional de toda la zona pero nos hemos de contentar con cortas
miradas ya que el tiempo no acompaña. Fotos de rigor y a encarar la siguiente
cresta, que sería la de mayor altura de toda la ruta: el Tossal de Encanade
(1394 m.) pero esa distinción se la quedará el tossal dels tres Reis ya que no
conseguimos dar con la subida al Encanade, a pesar de que lo intentamos
enconadamente. Alfredo que no lo veía claro decidió, desde el principio, cortar
por la tangente y seguir la pista que nos llevaba hacia el track que teníamos
grabado. Ximo y yo intentamos por varias sendas subir al tossal pero al final
desistimos porque el tiempo iba apremiando y no había forma de encontrar la
subida.
Llegamos al Boixar ya con la noche entrada y con cierto resquemor por si en
el albergue nos ponen alguna objeción por llegar tan tarde, cerca de las 9 de
la noche. Pero resulta ser una falsa alarma y nos reciben con mucha amabilidad.
Nos duchamos y cenamos limpitos y bastante cansados. Con una poca de tertulia,
muy poca, nos vamos a la cama y yo me quedo dormido inmediatamente.
Domingo, segundo día de la ruta. Creemos que será
más ligera que la del día anterior y nos
levantamos más tarde. Salimos del
refugio a las 8 de la mañana tras zamparnos un opíparo refrigerio. Enfilamos camino de Coratxà. Las sendas siguen siendo preciosas
y fáciles de correr, sobre todo porque son cuesta abajo. Llegamos a Coratxà y,
aquí, empieza la parte más fea del recorrido, con mucha pista y poca
vegetación. Hasta que llegamos a la ermita de Sant Cristofol, donde giramos a
la izquierda para hacer una fuerte bajada que nos deja en el fondo del barranc
Fondo, hondo, precioso y frondoso, aunque escaso de agua.
La subida hasta Castell de Cabres es dura pero muy
bonita. En el pueblo hay bar pero decidimos no parar ya que nos han hablado del
carácter veleta de los propietarios que pueden ser unos perfectos anfitriones
si tienen el día o menos si les molestas en algo. Parece ser que trabajan
porque quieren no porque lo necesiten y por lo tanto aguantan lo que les viene
en gana y lo que no pues no.
Los 10 kms siguientes son bastantes suaves hasta
llegar a la Creu, lugar en el que hemos de decidir si ir por la izquierda o
seguir recto. Esta decisión supone hacer unos 10 kms menos y más suaves. Alfredo
decide hacer la ruta simplificada aunque al final le va a salir larga también
por un descuido y no mirar el GPS. Ximo y yo decidimos seguir por la ruta larga
para bajar por el barranco de la Borja, antepenúltima sorpresa de la ruta, con
una tartera impresionante como un circo glaciar. La bajada es
técnica pero se hace
y el barranco después del descenso es fastuoso. Pero las fuerzas nos van
abandonando y se nos presenta ante nosotros la subida hasta Bel que se nos
atraganta de forma espectacular. Vienen a ser 3 kms con un desnivel de 500 m.
que a estas alturas nos parecen excesivos. Tenemos que parar cada 100 m. y los
resoplidos deben oírse desde Bel.
Casi llegando a Bel conseguimos cobertura y llamamos
al albergue para decir que no llegaremos a comer a buena hora ya que son casi
las 4 de la tarde y nos faltan 7 km aunque sean los más fáciles de la ruta.
Estamos tan cansados que tenemos la idea de hacer que
venga Alfredo a por nosotros en coche, pero tiene que dar un rodeo tan grande
que llegamos nosotros antes aunque sea a rastras.
En Bel hay un bar “la font de l’os” y estamos tan
cansados que entramos en él como ánima en pena buscando el frescor de un
botellín de cerveza. Al final serán tres. Entablamos conversación con el dueño
y nos comenta que nos ve muy bien para lo que está acostumbrado a ver pasar por
el bar. Nos anima enormemente esta noticia y cuando salimos del bar empezamos a
trotar suavemente hasta llegar a los últimos kms de bajada donde aumentamos el
ritmo de forma frenética, quizá ansiando ya la comida que la paciente Teresa
nos tiene guardada. Son las seis de la tarde cuando nos ponemos a comer una
lasaña de verduras que nos sabe a gloria bendita y carne torrada para rematar
la faena.
Nos despedimos de la Tinença pero sabemos que será un
hasta pronto ya que nos ha cautivado con su derrochadora belleza y durante el
viaje ya panificamos si volver en otoño para ver la fageda. Ya se verá.